Relato de asesoramiento filosófico 4

Me siento mal porque no hago las cosas bien

Desde la plataforma de filósofos asesores, compuesta por algunos filósofos que nos dedicamos al asesoramiento filosófico, queremos dar a conocer esta práctica filosófica que tiene como objetivo indagar sobre el autoconocimiento y promover el cuidado de uno mismo.

Hemos pensado que la mejor manera de explicarlo es transcribir algunas secuencias de nuestras consultas a través de un relato. Aquí tenéis el cuarto relato de una experiencia filosófica escrito por Cristina Avilés:

Seguramente, algunas veces has sentido que necesitas hacer las cosas para sentirte bien y si no te salen bien percibes malestar. Es una tendencia muy habitual focalizar más nuestra atención en los resultados de lo que hacemos que no en lo que nos impulsa  a actuar. 

Pero, si te fijas solamente en estos “buenos” o “malos” resultados posiblemente sientes como se  acrecienta una sensación de malestar, de falta de sentido que no te permite vivir de forma más plena tu vida. Esto es lo que le pasa a la persona consultante de experiencia de asesoramiento filosófico nº 4 de Cristina Avilés. 

Esta persona llega a la sesión creyendo que si no hace las cosas bien es porque en el fondo es una incopetente y una ignorante. Se siente muy mal cuando se equivoca y no permite que los demás vean sus equivocaciones.

El diálogo empieza de la siguiente manera:

Consultante: Me siento mal porque no hago las cosas bien.

Filósofa: ¿Qué quieres decir cuando dices que no haces las cosas bien? ¿Puedes matizarlo o explicarlo con más detalle?

C: Me explico mejor. Tengo la sensación a la hora de hacer algo que no tengo suficiente conocimiento para hacerlo bien.  Soy una ignorante. De hecho, creo que nada puede salir bien por mi culpa porque, repito, soy ignorante. De hecho, cuando decido finalmente iniciar la acción, vivo muy estresada porque anticipo resultados negativos. Por lo que para evitar el estrés acabo evitando hacer cosas y me digo a mi misma: “mejor si estoy quieta y así no me equivoco”.

FA: Por lo que dices a la hora de tomar una decisión crees que va a tener malas consecuencias porque supones que no sabes lo suficiente. Parece ser que equivocarte para ti es malo, ¿es así?

C: Exacto. Equivocarme es muy malo porque demuestra que no soy suficientemente buena para poder tomar mis propias decisiones. Me falta inteligencia, seguridad y claridad. Me da muchísima vergüenza que vean que soy una incompetente. ¿Cómo voy a tomar una buena decisión si no sé nada?

FA: Cuando te equivocas, realmente, ¿qué se está poniendo en juego? Es decir, ¿qué supone eso en tu vida, ¿qué sientes?, ¿qué piensas?

C: Nunca había pensado sobre ello (pausa de silencio). Pero, me gustaría intentarlo porque creo que puede darme pistas para comprender lo que me pasa.

FA: Te sugiero que partas de una situación real en la que te haya venido esa sensación de incompetencia. Desde esta vivencia sentida, expresa tus emociones y pensamientos. Tómate el tiempo que necesites.

C: (después de unos pocos minutos). Estoy reviviendo el momento en el que no quise aceptar un trabajo mejor remunerado y con mejores condiciones laborales. Este trabajo me implicaba una mayor responsabilidad porque suponía un ascenso de rango en mi puesto de trabajo actual. Me puse muy nerviosa. No veía la manera de salir de un estado de agitación continua. Por un lado, me reconfortaba -aunque me cuesta creerlo- el hecho de que depositaran cierta confianza en mí, pero, por otro lado, se daba de forma mucho más intensa la sensación de catástrofe total y absoluta si aceptaba el reto. Se ponía, en relación a la pregunta que has planteado anteriormente, en juego, toda mi persona. Es curioso cómo detenerme a mirar esta situación, me hace ver algo desproporcionado en mi actitud, porque esta decisión se extrapola a mi capacidad o aptitud como persona. Confundo el ser con el hacer.

FA: Al hilo de esto último que acabas de comentar ¿Puedes explicarme en qué consiste esa catástrofe?

C. Anticipaba que mis compañeros acabarían viendo lo incompetente que soy y que finalmente acabarían echándome por haber tomado las decisiones erróneas que perjudicarán a la empresa. 

FA: Y estas anticipaciones, ¿a qué crees que se deben?

C: Todo esto pasa porque soy incompetente, pero estoy viendo que no me considero solo incompetente para este trabajo, sino que soy intrínsecamente una persona incompetente.

FA: Pero, entonces ¿eres incompetente o, crees que lo eres?

C: Siempre he considerado que lo soy y, también me lo han dicho. Necesito asegurarme de todos los detalles para equivocarme lo mínimo posible. ¡¡¡Qué desastre que soy!!! Pido muchas opiniones, leo todo lo que puedo…pero la sensación de incompetencia no se me va nunca.

FA: Es decir, que por mucho que te asesores y te informes la sensación continua. Esto podría ser interesante para plantearnos una cuestión que puede ayudarnos a comprender lo que está pasando. La pregunta es la siguiente: ¿tu competencia en algo depende de lo que los demás te digan?

C: No, en un principio, no. Los demás, creo, que pueden ayudarme a tomar mejores decisiones. Pero, sí, que estoy viendo ahora que le doy demasiado peso a lo que me dicen otros y que yo en cierta manera dejo de existir a la hora de tomar esas decisiones. Pero, claro, ¿cómo me voy a fiar de una incompetente como yo?

FA: ¡Muy bien visto! estás detectando que le das demasiado peso a los otros y que tu propio criterio y discernimiento está velado por tu propia creencia de la incompetencia. 

C: La verdad es que, aunque vea ahora la posibilidad de que sea más una creencia que una realidad, sigo viéndolo real…(pausa). Pero, me da cierto alivio ver que mi persona, yo misma no soy errónea, incompetente… sino que podría ser una película que me he montado. Me ha ayudado a comprender, ver que me anticipo, que estoy reaccionando a partir de lo que pienso, no de lo está pasando realmente. Intentar discernir si eso es cierto o no ya me ofrece un espacio en el que puedo sentirme libre y ser yo misma.  

FA: Bien, por hoy, lo podemos dejar…La propuesta para la siguiente sesión es que observes y que estés atenta cuando salga esta sensación de incompetencia para ver si estás reaccionando desde lo que piensas o desde lo que está pasando realmente.



Las experiencias de asesoramiento filosófico son sesiones prácticas que buscan aplicar la filosofía para ayudar a las personas a reflexionar sobre su vida y vivir con plenitud.

Hacerte las preguntas adecuadas es lo que te lleva a resolver problemas y encontrar el sentido y la claridad que necesitas para afrontar y gestionar las situaciones difíciles e incómodas.

En las experiencias de asesoramiento filosófico trabajamos mano a mano para examinar tus creencias y valores y que puedas desarrollar un autoconocimiento y una comprensión profunda tal que a partir de ahora te hará ver las situaciones con claridad y aprenderás a tomar decisiones con calma y seguridad.

Relatos sobre el asesoramiento filosófico 3

Necesito tener el control de la situación para controlar mi vida.

Silvia Artigues

Desde la plataforma de filósofos asesores, compuesta por algunos filósofos que nos dedicamos al asesoramiento filosófico, queremos dar a conocer esta práctica filosófica que tiene como objetivo indagar sobre el autoconocimiento y promover el cuidado de uno mismo.

Hemos pensado que la mejor manera de explicarlo es transcribir algunas secuencias de nuestras consultas a través de un relato. Aquí tenéis el segundo relato de una experiencia filosófica escrito por Silvia Artigues:

Filósofa: ¿Qué puede suceder si dejas de controlar tu vida?

Consultante: Sería un desmadre, un caos, un auténtico descontrol. Si no controlo, me da miedo que me hagan daño y todo salga mal.

F.A: ¿Cuándo se activa el control, qué sientes en el cuerpo?

C: Se me bloquea la boca del estómago, siento un nudo en la garganta, me falta el aire.

F.A: ¿Puedes asociar lo que sientes en el cuerpo con alguna emoción?

C: Sí, con el miedo y la ansiedad, sobre todo.


F.A: ¿Qué te dices a ti misma cuando se activa  la ansiedad y sientes el miedo en el cuerpo? ¿Eres capaz de ver si hay pensamientos que acompañan ese momento?

C: Sí. Se me agolpa todo un discurso y me repito frases como: «no puedo dejar de controlar, me harán daño si lo hago», «si suelto esto va a ser un caos», «no pierdas el norte», «si yo no controlo, otra persona lo hará por mí»,  «así nunca vas a conseguir lo que quieres», «la vida es dura y tengo que tener el control», etc.

F.A: ¿Crees que todo eso que te dices es cierto?

C: No, por un lado, no lo creo. De hecho, ahora que reflexiono sobre el tema se me hace extraño, pero por el otro lado cuando estoy en el momento me cuesta verlo así.

F.A: Vamos a ver que te trae esa creencia de necesidad de control. ¿Qué crees que tiene de bueno? ¿Por qué la mantienes? ¿Qué piensas que quiere para ti?

C: Pienso que con el control puedo conseguir orden y estabilidad. Para mí es muy importante sentirme segura y en mi centro, me salva del caos y del desorden.

F.A: Bueno, entonces puedes reconocer que, aunque te haga sentir mal, la búsqueda de orden y estabilidad no es algo negativo en sí mismo.

C: Sí, lo veo… ahora lo veo. 


F.A: Pero ¿puedes sentirte segura desde esa creencia de «tengo que tener todo bajo control»? ¿Cumple su objetivo?

C: No. Al revés me hace sentir presión y no me permite sentirme en paz.

F.A: ¿Puedes imaginarte, ahora, una vida sin la necesidad de control? ¿Te sientes capaz de soltar la idea de que para tener orden y estabilidad necesitas controlarlo todo, todo el tiempo?

C: ¿Una vida sin control? … Me cuesta, lo reconozco.

F.A: Tómate tu tiempo. Respira hondo. Ahora, intenta soltar la idea de que debes controlar todo para encontrar la armonía y la estabilidad.

C: … Vale. Puedo soltar la idea de control, pero sigo necesitando “controlar” determinados aspectos en mi vida. Aunque, por otro lado, sí me siento capaz de imaginar soltar en otros aspectos. En las relaciones,  por ejemplo, estar más suelta, más natural.

F. A: ¿En lugar de “controlar” ciertos aspectos puedes pensar en “gestionar” ciertos aspectos?

C: Sí, eso es. Hay cosas en mi vida que necesito gestionar como mis estudios, mis proyectos, etc.

F.A: Muy bien. Eso es una parte funcional, que todos necesitamos hacer. ¿Cómo te sientes ahora al soltar el control?

C: Más libre, más ligera. Ya no tengo tanto miedo, es como si pudiera descansar de mí misma, de todos esos pensamientos que me agotan y me hacen estar en tensión.


F.A: Quédate ahí un momento, siéntelo.

C:

F.A: ¿Cómo ves ahora la creencia inicial de «debo controlar la situación para tener el control de mi vida»?

C: Pensaba que si abandonaba ese control sería mi perdición, que caería en el caos y sería horrible. Pero ahora, siento que algo ha empezado a cambiar. En lugar de decir «debo controlar mi vida», hablaría de autocuidado, de toma de responsabilidad.Más bien de saber gestionar, como hemos dicho antes, algunos aspectos de mi vida. 


F.A: ¿Cómo describirías ese autocuidado y la toma de responsabilidad?

C: Diría que cuido de mí misma estando atenta a lo que siento y a mis necesidades. Me cuido cuando me respeto y no me dejo arrastrar por lo que no quiero. Tomo responsabilidad cuando me hago cargo de mis estudios, de mis metas, de mis planes de trabajo y de mis proyecciones de futuro, pero de forma relajada, más flexible. Creo que la clave está en esa flexibilidad. Cuando siento que “tengo que controlar” soy rígida, sin embargo, cuando me hago cargo de mi autocuidado y tomo responsabilidad, me adapto y me siento mejor.

F.A: Creo que has dado con una comprensión importante para ti. Quédate con ella y obsérvala en tu día a día.